BIENVENIDA

Hola a todas y todos.
Inicié este blog como posible escaparate de la grave situación que vivimos los profes de religión durante el curso 2008-09 (de ahí la noche de fondo en la cabecera).
Más tarde pasé a dedicarlo a reflexiones sobre nuestra labor como docentes y a la educación en general.

A fecha de mayo de 2016 andamos de nuevo liados, con decretos de la Junta de Extremadura que nos pueden hacer mucho daño como trabajador@s suyos que somos. Vuelvo a recoger escritos relacionados con nuestro conflicto, que parece eterno y que siempre resulta contaminado de ideología en los debates, no tanto en las realidades de los centros.
En mi dirección
nanemarin@gmail.com podéis comentar las realidades concretas (tanto avances como problemas) de cada uno y las colgaré aquí mismo.
Seguiré de todos modos recogiendo textos, enlaces, vídeos pillados de aquí y allá y reflexiones mías-nuestras relacionadas con nuestra tarea educativa.


Ánimo.



jueves, 3 de mayo de 2012

Sor Lucía Caram: "Jesús pasó por este mundo quitando cruces, no poniéndolas"

Copio esto de un artículo de digitalextremadura.com, que podéis leer entero aquí

"Me gustaría mucho que la Iglesia organizara un Congreso de la Alegría"
"Esta crisis puede servirnos para darnos cuenta de que muy pocas cosas son importantes"
or Lucía C

[Img #17208] (Jesús Bastante).- "Descubrí que mi claustro no son los límites del monasterio, sino el mundo". Sor Lucía Caram es monja dominica, sin pelos en la lengua y la alegría a flor de piel. Tal vez por ello acaba de participar en el II Congreso sobre la Felicidad, celebrado en Madrid y auspiciado por la Fundación Coca-Cola. "Me gustaría mucho que la Iglesia organizara un Congreso de la Alegría", afirma.

-¿Cómo estás, sor Lucía? ¿Feliz?
-Feliz y con las pilas cargadas después de la experiencia del Congreso de la Felicidad, habiendo conocido a tantísima gente tan interesante, que también está buscando la felicidad.

-¿Cómo se habla de la felicidad en el mundo de hoy?
-Se habla de ella desde diferentes puntos de vista, pero creo que al final todos terminamos coincidiendo. Coca-Cola, cuando hace los estudios de la felicidad, pregunta a todo el mundo qué es la felicidad, y uno se encuentra con cosas muy variadas. Cuando hablan los diferentes especialistas, como los que hemos tenido estos días (Rojas Marcos, un monje budista, y gente que desde diferentes ámbitos de la ciencia explica la felicidad), encuentras con que algunos aseguran que incluso genéticamente estamos "programados" para la felicidad. Todo tiene que conspirar para que seamos felices. Es una riqueza impresionante saber que nuestra vocación es la felicidad, aunque algunos se equivoquen de camino. Todos buscamos la felicidad, que es algo que tenemos dentro. Lo que hemos compartido en estos días es que la felicidad, darse y compartir son prácticamente sinónimos.

-¿Quien ama es feliz?
-Sí, yo creo que ésa es la conclusión a la que hemos llegado. Cuando te preguntan si alguien que está en una situación de pobreza y sin dignidad es feliz... no queda claro que el que menos tiene sea más feliz. De lo que te das cuenta es que lo que ayuda a la gente a salir adelante, y lo que les da la felicidad, es amar y sentirse amado por alguien. Y esto es un motivo para salir más allá de su situación.

-Cualquiera diría que es un poco al revés, que estamos más predispuestos a la nostalgia, al pesimismo... ¿No se come el ser humano demasiado la cabeza?
-Yo me alegré mucho de que se organizara un Congreso de la Felicidad. Me gustaría mucho también que la Iglesia organizara un Congreso de la Alegría, o que tuviera una presencia muy significativa porque, en una situación tan crispada como la que estamos viviendo en estos momentos, parece que nos estamos diciendo: "La vida es triste, hagámosla peor". En medio de eso, hay gente que dice que tenemos que ir ligeros de equipaje por la vida, tener una actitud positiva, implicarnos en el cambio, creer que es posible... Y esto te recarga las pilas porque te hace creer que el cambio ya ha empezado, porque somos muchos los que estamos en lo mismo. En realidad las cosas no han cambiado, pero ese tono vital te hace asumirlas de otra manera.
-¿No hay días que es muy complicado tener esa actitud feliz?
-No tenemos las cosas fáciles. Pero yo, la verdad, cada día me siento con más fuerza. Estos días me preguntaban cuál es la receta de la felicidad. Yo creo que consiste en hacer un camino de retorno al propio corazón, reconciliarnos con nosotros mismos y con nuestra historia, y descubrir de lo que somos capaces. A partir de ahí, abrir los ojos y contemplar a la humanidad, a las personas que tienes a tu alrededor, crear un puente y salir de ti mismo. No puedes volver egoístamente a tu mundo y tus problemas cuando ves todo lo que está pasando. Eso también es un estímulo para trabajar con los otros, y cuando ves que son muchos los que crean alternativas, los que quieren dar su tiempo... te da una fuerza impresionante. Yo creo que es muy importante darnos tiempo para procesar las cosas, para que todo repose. Pero no podemos perder el tiempo: hay gente que lo está pasando muy mal. Y todos somos corresponsables. No podemos decir "éste no es mi problema", porque luego tendremos otro problema más grande. Con lo cual, esta maldita crisis que estamos viviendo, yo creo que está siendo una bendita oportunidad de compromiso, de solidaridad, de darnos cuenta de que nos habíamos creado muchas necesidades absolutamente prescindibles, y que muy pocas cosas son importantes. Posiblemente sólo una es importante: amar y sentirnos amados.

-¿La Iglesia no muestra su cara alegre? ¿Remarca lo negativo, lo oscuro, la parte pecaminosa... como si estuviera enfadada? ¿Cómo cambiamos el chip?
-Yo creo que todavía no nos creemos que estamos salvados, y que la Salvación es un don. Todavía estamos en el Viernes Santo, y parece ser que no lo hemos superado.

-¿Estamos en tiempos de Resurrección, y nos seguimos comportando como en tiempos de muerte?
-Totalmente. No hemos entendido el mensaje de Jesús. No quiero que nadie me malinterprete, pero piensa que nosotros empezamos la Cuaresma poniéndonos ceniza en la cabeza, cuando Jesús decía: "Vosotros, cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas y los fariseos. Perfumaos, y que nadie note vuestro duelo".
Por otra parte, pienso que cuando vas a una celebración, a una misa, la palabra celebración, precisamente, no se corresponde con la cara de la gente. Vamos a la "celebración" de la misa y, ¿qué estamos celebrando? ¿Qué cara ponemos cuando nos damos la paz? Yo creo que no hemos descubierto aún lo que es la eucaristía.
Estos días he reflexionado mucho, y para mí el gran descubrimiento fue que lo central de nuestra vida es la eucaristía. Jesús antes de marcharse de este mundo invitó a sus amigos para tener una cena con ellos. Yo creo que lo que define a un cristiano son tres cosas: ser amigo de Jesús, lavarnos los pies (servirnos mutuamente, el deseo de unidad...), y repartir el pan. Como dice Benedicto XVI: "Nos estamos devorando unos a otros". Y el pan es para compartirlo. A partir de ahí nace la convicción absoluta de que la única religión válida es la del amor. El amor que se hace servicio. Lo demás es una profanación del nombre de Dios y de la religión. Si tuviera que definir ahora mismo a los cristianos, diría que somos unos pésimos vendedores de un gran producto.

-¿No tenemos estrategia de marketing?
-No, porque no nos la creemos. A veces nos pesa demasiado la estructura, el dogma, la norma. Una de las cosas que decía Punset estos días, en el Congreso de la Felicidad, es que estamos asistiendo a la caída del "imperio del dogma".

-¿No es muy difícil, para una institución que ha sobrevivido tanto tiempo y a tantos cambios, quitarse de encima ciertos atavismos, ciertas inercias jerárquicas?
-Sí, pero si no nos sacudimos este tipo de inercias, nos quedan dos telediarios. Lo que tenemos que hacer en este momento es reciclarnos en el silencio, volviendo a la fuente (al Evangelio), y viendo qué es lo realmente esencial y qué es prescindible. Jesús pasó por este mundo precisamente quitando cruces, no poniéndolas. Y si la gente no viene a nosotros, a lo mejor lo que tenemos que hacer es ir a buscarlos.
Un joven me decía, a partir del spot publicitario del Día de las Vocaciones de los seminarios, que no entendía eso de rezar por las vocaciones. "Si vosotros hicierais algo que fuera realmente interesante, la gente vendría. No tendríais que suplicar", me decía. En América Latina nos quejamos de que muchas veces la gente de determinada zona se va al seminario para mejorar su estado de vida, para tener la vida asegurada aunque sea con un trabajo no muy bien pagado. Queremos desesperadamente que vengan, pero no sabemos lo que tenemos entre manos. Si ofreciéramos un espacio en el que se sientan bien, trabajaríamos juntos.
[...]
Escuchando a la gente, nos dimos cuenta de que lo que hacía falta era trabajo. Pero también hemos pensado que cuando salgamos de esta situación de crisis, tenemos que ir hacia un planteamiento de un decrecimiento económico. Nos hemos creado muchas necesidades que son totalmente prescindibles, y por otra parte nos estamos cargando el planeta. Por tanto, tenemos que crear trabajo, no de cualquier manera.

-¿De manera sostenible?
-Exacto. Estamos creando, por ejemplo, una cooperativa para trabajar el campo, con personas que vienen a la Plataforma de Alimentos. Hemos creado unos talleres de convivencia con mujeres de la Plataforma y voluntarias. Y todas aprenden. Hay algunas usuarias que son profesionales, y que enseñan al voluntario. Y así, juntos, ver si podemos crear una cooperativa para que mujeres que hace 10 años que no salían de cada puedan recuperar su autoestima. Y, por otro lado, que comiencen a ganarse algo por ellas mismas.
También estamos construyendo un albergue para gente que está en la calle. Y yo llevo ya unos meses pidiendo un espacio para construir un centro de día donde la gente pueda ducharse, por ejemplo. A mucha gente le han cortado la luz, le ha cortado el agua. Un centro de baja exigencia, pero que dé respuesta a esto. Ésta es una de las frustraciones que tengo, una espinita clavada. Pero me dicen que lo conseguiré, así que seguiré insistiendo.

-¿Qué hace una monja de clausura pasando tanto tiempo fuera? ¿No te dirán los críticos que la clausura es estar dentro, que estás haciendo demasiadas cosas? ¿No te preguntan que por qué te metiste a monja de clausura, si estás todo el tiempo fuera del convento?
-Yo entré en la vida religiosa porque quería hacer cosas para ayudar a la gente. Después de formarme, estudiar teología y estar unos años en frenética actividad, trabajando en las villas del gran Buenos Aires, sentí una profunda nostalgia, o necesidad, de algo más. No sabía bien qué era. Fue cuando di el paso y entré al monasterio. [...]
Con toda la fuerza y la inquietud que tenía dentro, descubrí que la vida contemplativa no era sólo contemplar para adentro, sino contemplar, como dice Felicísimo Martínez, "con los ojos abiertos". Esto me cambió la vida porque, si tú ves, no puedes quedarte con los ojos cerrados. Es la imagen de la zarza que arde sin consumirse. ¿Qué es lo que le inquieta a Dios? Que ha oído los clamores de su pueblo y no lo puede soportar. Por eso nos envía. La gran manifestación mística y espiritual a Moisés es ésta: que Dios no lo soporta, y nos envía.
A partir de ahí fue todo movimiento: descubrí que mi claustro no son los límites del monasterio, sino también el mundo. Reconozco que es un caso atípico, por eso tengo una vida muy activa. Pero gracias a mi comunidad y a mi estilo de vida, tengo también mucho tiempo de contemplación y de estudio. Mi día empieza a las 5 y media de la mañana, y hasta las 9 y media o 10 de la mañana, estoy dedicando mi tiempo a la oración y a la reflexión. Si no, sería imposible hacer lo que estoy haciendo. [...]
Dicen que todos los dominicos siempre tienen que citar a Santo Tomás. Pues bien, Santo Tomás, cuando se pregunta por la vida activa y la vida contemplativa, y por cuál de las dos es lo más perfecto, llega a la conclusión de que la vida mixta. Porque es mejor arder e iluminar, que sólo arder o sólo iluminar. Para iluminar tienes que arder. Nadie da lo que no tiene. Por tanto, mi lema, en este sentido, es "contemplar y dar lo contemplado".